Matusalen dos mil años después

Hace cuarenta años, en las ruinas de la fortaleza que Herodes construyó en Masada alrededor del año 50 antes de Cristo, un grupo de científicos de Jerusalén encontró unas semillas. Las guardaron. En 2005 las sembraron para ver si germinaban, su antigüedad era de unos dos mil años.

Este año, Sarah Sallon, científica encargada del experimento, en un artículo publicado en la revista Science dijo que “probablemente el fuerte calor durante el verano y la falta de humedad todo el año en Masada han contribuido a la excepcional longevidad que ha minimizado la generación de radicales libres, una importante causa de envejecimiento en las semillas”. A la palmera entonces la llamaron Matusalen, adecuado, ¿no?

Lección

En el Nuevo Testamento, escrito hace casi unos dos mil años, se encuentra la semilla del evangelio de Cristo. Si esa misma semilla se planta en el corazón de hombres y mujeres del siglo XXI, ¿qué germinará? ¿Metodistas, bautistas, católicos, pentecostales, mormones, testigos, adventistas, menonitas o evangélicos? Si esa semilla del evangelio se siembra de la forma correcta producirá sencillamente Cristianos.

El evengelio de Jesús no envejece porque es poder de Dios (Romanos 1.16). Por lo tanto, sí es posible reproducir en el siglo XXI la iglesia del primer siglo. Esa palmera que los científicos han llamado Matusalén no dejó de existir, habían semillas esperando ser descubiertas. Igual la iglesia de Jesús, aunque sufra cambios -por parte de los humanos-, la semilla pura siempre está en las páginas del Nuevo Testamento esperando que alguien la descubra y la plante.

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